Algunas decepciones son simplemente inevitables, y por más
que intentes buscar el modo de aliviar la sensación de pesadumbre no lo
encontrarás; porque no lo hay, porque
sabes que por mucho que te esfuerces en intentar ver las cosas desde una
perspectiva positiva tan solo estás disfrazando la verdad con la intención de
hacer el trámite menos doloroso.
Que te autoinculpes por tener esperanza, por crearte
expectativas o por tener ilusiones falsas no te llevará a ningún lado; eres una
persona y como tal cometes errores, cada día, sin duda, y algunos se solucionan
y otros no, algunos no tienen consecuencias y otros sí, y las acabas sufriendo,
por las buenas o por las menos buenas. Es imposible no esperar ciertas acciones
o ciertos ínfimos detalles de ciertas personas porque piensas que eres tan
importante para ellos como ellos lo son para ti. Y no haces más que darle
vueltas a la cabeza buscando una vía de escape, un “pero”, un “aunque”, un “y
si…”, un “a lo mejor”…pero terminas siempre en una misma realidad: la decepción
sigue ahí, creciendo conforme la vas analizando, golpeándote más fuerte según
te vas dando cuenta de que no desaparecerá.
Entonces, mientras pretendes que no haga mella en tu persona,
reconoces que sí que la hará pero que al fin y al cabo, y conociéndote a ti misma,
volverá a sucederte y no importa cuánto te afecte, ni cuántas veces te suceda,
por más que intentes endurecerte seguirás siendo una ingenua con buenas
expectativas, esperanza e ilusión; y por más que veas la vida con buenos ojos y
busques lo positivo a cada situación, en algún momento te cansarás, necesitarás
un respiro, calma, pensar que gracias a lo que te sucede y cómo te enfrentas a
ello eres hoy en día quien eres…y con un nudo en la garganta decir: voy a
seguir adelante, nada me cambiará.
Y por mucho que te cueste, no cambiarás, porque nadie merece
hacerte cambiar y quien pudiese merecerlo te valorará tal cual eres
Un besazo,
Ada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario